Abres la puerta. Solo botellas vacias, olor borracho de tristeza, desastre por cada esquina, por cada rincon gotas de Champán francés, o eso crees. 

Sé que es horrible para mi salud y para mi misma. Se que mañana no habrá quien me levante de la cama, del suelo, de donde acabe esta noche.  

Me he convertido en asesina en serie. Con cada vaso de licor que tomo, termino con cientos de esas células llamadas neuronas. Pero eso no importa mucho porque tenemos millones. 

Primero mueren las de la tristeza, así que ya estoy sonriente de nuevo. 

Luego mueren las del silencio y no puedo evitar decir todo en voz alta, aunque no haya ninguna razón, pero eso no importa... no importa, porque después mueren las de la estupidez y hablo con inteligencia... 

Y por último, las neuronas de los recuerdos... esas son difíciles de matar. Esas se escapan de mi puñal burbujeante. Como cada noche.